Nietzsche anunció la muerte de
Dios y su consecuencia inmediata, el nihilismo. Porque mientras Dios estuvo
vivo en la conciencia colectiva toda injusticia tenía una represalia divina y
con la desacralización social, por el contrario, sólo se teme la pena
carcelaria o monetaria u otra forma de deshonra civil, que puede importar mucho
o poco, según quien. Es lo que diferencia jurar, cuyo incumplimiento te pone en deuda con la
divinidad, de prometer, que sólo compromete a la conciencia privada.
Caso excepcional es la promesa hecha
con la fórmula por imperativo legal cuando se hace para tomar posesión
de un cargo o una representación pública. Lo único que se afirma es lisa
y llanamente “estoy mintiendo” y nada bueno se puede esperar de quien asegura de
sí mismo que es un falsario.
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