martes, 26 de enero de 2010

Novelar

No deja de haber sufrimiento en la literatura. Sobre todo cuando se impone la extensión del texto lentamente, con un retardo concienzudo, atemorizando a quien intenta hilvanar una historia de larga dimensión, demorando el folio en su artesanía sintáctica, minimizando la acción con un propósito ajeno al autor, que fabula los hechos en su magnitud teórica, se bate con las palabras arañando su inmortalidad. Es una dura soledad para el neófito de la novela, que tiene que aprender a convivir con el tiempo sin pedir casi nada a cambio, entregando las horas como exvotos silenciosos ante el altar de la ficción. A cambio, como un reloj antiguo, ese tictac solitario de las teclas del ordenador va imprimiendo un ritmo entre personajes y trama, la arquitectura de un mundo posible, la geometría de una fabulación que alguna vez verán otros ojos y otras manos deshojarán como un calendario.

jueves, 21 de enero de 2010

Los espejos cóncavos

La caridad es un instinto espontáneo y hermoso que brota cuando vemos las imágenes de un niño haitiano que, apenas ser rescatado de los escombros, alza los brazos en señal de triunfo y alegría por haber sobrevivido a la debacle. Se nos sublima el corazón y se nos humedecen los ojos cuando contemplamos la victoria de la tierna vida sobre la cruel y primigenia adversidad. Pero se nos queda también la duda: es un plano de televisión que encarcela la realidad entre sus límites, que no nos deja ver más allá de la emoción primaria y puede que hasta haya un improvisado regidor que le esté indicando al entrañable y afortunado niño que alce los brazos y así conseguir esa escena para la dramatización universal de la desgracia. No, no es una exageración; se han visto escenas no cortadas en las que se oye y se ve al cámara azuzando a los presentes para que le griten asesino al supuesto autor de un crimen machista. Y otras tantas manipulaciones similares. Todo sea por el espectáculo y la audiencia, nada real va a estropear una buena noticia, las ópticas de los objetivos saben vestir los hechos antes de proyectar su imagen. Y así, como decía Max Estrella, los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento.

domingo, 17 de enero de 2010

Derroche de lujos

Un domingo precioso, con un sol que desmiente la estación, con una luz que se derrama hasta llenarlo todo con su calidez. Un día en que suena la guitarra, los ejercicios se suceden, poniendo los sonidos equilibrio en el aire, los tonos calculando la distancia entre la tensión y la distensión del universo, una guitarra pitagórica que arregla y rememora la música de George Harrison, la elegancia de sus composiciones, la armonía de su alma en la secuencia de arpegios de un instrumento acústico, natural, igual que el sol, que su luz, que su calidez.
La otra felicidad será más tarde, cuando entre en la cocina y la salazón se transforme en bacalao encebollado, en humilde cocina tradicional, también con sus ritmo dulce de pimiento y cebolla y con su estribillo picante por la guindilla. Porque en los platos también hay tonalidad y armonía y cada cocinero hace su arreglo también, su propia interpretación, para que las esferas celestes conserven su equilibrio transformadas en la paz de un espíritu.
Luego, caerá la tarde y vendrá el frío y también la oscuridad. Pero no importa, el hombre saciado de tantos lujos, de tanto derroche de vida, escuchará el batir de las acacias y, a veces, el ladrido de un perro querido que vigilará su sueño.

viernes, 15 de enero de 2010

La verdad del mar

El fin de semana es la puerta de entrada a la paz, al recogimiento, al hogar de los libros y la música; también al amor sosegado, sin prisas; a la esposa, a los hijos. Pero el mar me reclama lo suyo en su espejeante quietud de los últimos y cálidos días. Me incita a embriagarme de su brisa, a embelesar mis oídos con su arrullo, tal vez a envolver mi escasa sustancia en la fría inmensidad de la suya. El mar también es un amor, no sólo el líquido refrigerante de la canícula. Me impulsa el deseo esa vela desplegada al viento que veo ahora surcar la bahía propulsando, con su acompasado vaivén danzarín y una sensual escora, la anatomía de la libertad, que es la comprensión de nuestra justa insignificancia en medio del océano omnipotente. ¡Qué sutil lenguaje el de las olas, que nos susurran la magnitud humilde de lo que todo lo puede!

jueves, 14 de enero de 2010

La condición humana

Un día se transgrede la regla y se impone la excepción: el mar se rompió en Indonesia; el cielo, en Nueva Orleáns; la tierra, en Haití. Per secula seculorum. No se trata de ningún albur insondable, aunque tampoco de hechos absolutamente previsibles.
Algunos, después de estas tremendas desgracias, miran al cielo buscando una explicación, iracunda o resignadamente, como si la respuesta estuviera en el viento, que dijo Bob Dylan. Pero la clave no está en los celajes, sino en la pobreza; no en el azar, sino en la (in)cultura; no en el vudú, sino en la corrupción.
Y también se evidencia en la hora de la tragedia que la codicia y los propios intereses son el implacable motor de las personas, de las sociedades. Por eso, la generosa ayuda de los vecinos tiene un fin egoísta, que no es otro que impedir la estampida de los miserables, evitar la invasión de la miseria ajena.
Ahora es la hora de las ONG, de los nuevos samaritanos sin fronteras, pero también de los especuladores y del mercado negro. Cuando hay racionamiento siempre surge el estraperlo; cuando hay miseria, se crean nuevas fortunas. Es la condición humana, la que se nos oculta bajo el continuo perorar de los oradores globales, de la agitación y propaganda, de la mentira.

viernes, 8 de enero de 2010

Nieva en enero

La máxima periodística dice que la noticia no es que un perro muerda a un hombre, sino que un hombre muerda a un perro. Pero las noticias de la televisión insisten día a día: "Nieva en enero, nieva en enero". Grosería informativa lo evidente.

jueves, 7 de enero de 2010

Recrear lo amorfo

Recrear todo lo amorfo, darle cuerpo y textura, para que nada socave la vida. Todas esas cosas sin sustancia involucradas en nuestra existencia, que ocupan un lugar y un tiempo sin dejar ninguna huella, sin que tengan un propósito o éstos nos preocupen, son también la materia susceptible de nuevas figuraciones que pueblen nuestro paisaje.
Estar vivo es un tuétano nutricio que gotea su esencia sin que nosotros, en muchas ocasiones, bebamos ese néctar.
No dejemos que las horas pasen, que nuestro tiempo continúe su tic-tac impasible sin que recojamos su alimento de milagros, sus latidos prodigiosos, la verdad de todos los hechos que aclaran el aparente sinsentido de cada día; que explican lo que creímos aleatorio, pero esconde el asombro de su destino.

martes, 5 de enero de 2010

El viento

Los días amanecen con la convicción de ser luz a pesar del invierno y a media mañana está la tierra caldeada, ya sin huellas del rocío nocturno. El mar espejea, bonancible, su magnanimidad y corre una leve brisa que desdice la ventisca atroz del último atardecer. Porque la ira del aire es enemigo temible ante el que todo se humilla a su paso so pena de caer derrotado por ese extraño caballero que es su propia adarga y su propia montura. El viento que todo lo vuela, flagelador racheado que rola su azote para castigar los signos de la beatitud imposible; viento, sacramento de la inmisericordia.

sábado, 2 de enero de 2010

Parábola del pionero

La muerte lo extrañó de la casa del padre, pues sus hermanos querían la herencia en forma de dádivas, no conservar el amplio caudal de la memoria en cada árbol plantado, en cada surco cavado, en el perfume del rosal. De este modo, el jardín no tardó en volver a su fisonomía de erial sediento y la casa se ajó de esperar en vano el amor que la sostenía. Cercada e indefensa, la tierra tembló desde sus antiguos cimientos hasta herir su piel de argamasa y quebrar su corazón de piedra.
Por eso, prefirió olvidar la casa del padre, se convenció de que su eternidad era vivir en el venerado altar de los manes mientras él limpiaba los sentimientos corrompidos creando una nueva estirpe de la misma sangre, un nuevo hogar con el mismo impulso de otras manos, un nuevo jardín con la misma pericia del amor que riega en cascada las vidas familiares.
Pasó muchas jornadas en la sorda soledad de los pioneros, muchas estaciones lloró amargamente la ingratitud de los dioses, pero fue feroz como un legionario de fronteras protegiendo el dominio frondoso que le ofreció la tierra baldía. Y su vida floreció como los rosales de su memoria.
Anciano, su cuerpo lleno de cicatrices le traía recuerdos de lucha, de fragor, de torturas padecidas y batallas ganadas hasta que fue a ocupar su sitio, finalmente, junto a los manes, a la diestra de sus venerados padres, junto al fuego de una casa alzada sobre la integridad de unas manos fuertes y de una mirada limpia. Desde allí observó su obra y recordó el propósito ovidiano para la poesía: dulce y útil. Y las risas de unos niños impusieron la definitiva felicidad.

viernes, 1 de enero de 2010

Tienen el tiempo de su parte

Limitado a ser yo mismo, echo de menos haber sido muchos hombres: mujeriego, soldado, filósofo, empresario… ¡Para qué sólo vivir una vida!
Pero no hay posibilidad de más sin caer en el error de renunciar a la coherencia, a la unidad de la propia obra, a tener un significado, un contenido, un mensaje.
Si fuéramos polisémicos, nuestra existencia no sería comprendida, seríamos un galimatías, una serie alfanumérica; una llave que sólo sirve para abrir, nunca para cerrar.
Sin embargo, hay momentos en que pesa la monotonía como una montaña, en que nada sucede en nuestras vidas que no sea previsible. Y todo eso nos agota. Mas, es lo que nos hace verosímiles, lo que otorga a nuestra trama el valor radical de lo creíble: somos nosotros, unívocos, identificables, comprensibles y queridos.
¡Feliz año nuevo a todos los que son capaces de reconocerse a sí mismo porque ellos tienen el tiempo de su parte!