domingo, 17 de enero de 2010

Derroche de lujos

Un domingo precioso, con un sol que desmiente la estación, con una luz que se derrama hasta llenarlo todo con su calidez. Un día en que suena la guitarra, los ejercicios se suceden, poniendo los sonidos equilibrio en el aire, los tonos calculando la distancia entre la tensión y la distensión del universo, una guitarra pitagórica que arregla y rememora la música de George Harrison, la elegancia de sus composiciones, la armonía de su alma en la secuencia de arpegios de un instrumento acústico, natural, igual que el sol, que su luz, que su calidez.
La otra felicidad será más tarde, cuando entre en la cocina y la salazón se transforme en bacalao encebollado, en humilde cocina tradicional, también con sus ritmo dulce de pimiento y cebolla y con su estribillo picante por la guindilla. Porque en los platos también hay tonalidad y armonía y cada cocinero hace su arreglo también, su propia interpretación, para que las esferas celestes conserven su equilibrio transformadas en la paz de un espíritu.
Luego, caerá la tarde y vendrá el frío y también la oscuridad. Pero no importa, el hombre saciado de tantos lujos, de tanto derroche de vida, escuchará el batir de las acacias y, a veces, el ladrido de un perro querido que vigilará su sueño.

No hay comentarios: