martes, 31 de mayo de 2011

Otoño: columna de ABC de esta semana

UNA HUELLA EN LA ARENA
Otoño

Francisco Estupiñán

Ningún taxidermista está capacitado para preservar la fenecida autoridad del optimista antropológico

Carme Chacón, sujeta al antiguo Código Civil catalán, era, a falta de un hereu, la pubilla en la que se iba a acumular toda la herencia política (¡Madre del Amor Hermoso!) de Zapatero. Pero de ese patrimonio nada queda ya. El aún secretario general socialista y presidente del Gobierno ha cedido el escaso caudal de que disponía a Alfredo Pérez Rubalcaba para evitar salir de la palestra pública por la puerta de atrás. Y Chacón, que no había mostrado ni una sola carta a la vista de terceros, se tuvo que auto inmolar públicamente para que el hombre con fama de astuto tuviera la completa certeza de que el zapaterismo se entregaba con armas y bagajes.
No podía ser de otra forma, pues Rubalcaba, perfecto conocedor de que las primarias de su partido son la mejor manera de hacerse el harakiri político, amagaba con ser él el ejecutor definitivo de Zapatero obligando a un congreso extraordinario en el que la jefatura del aparato pasara a sus manos junto con la candidatura a la presidencia del Gobierno de la nación. Lo que ocurrió ayer en la reunión de Ferraz no fue, en definitiva, más que la escenificación de unos hechos consumados, escenificación revestida del magno atrezo del Lago de los Cisnes, aunque el verdadero tema de la representación fue, en el fondo, una lectura inversa del Patito Feo.
Todo ello ha ocurrido con una premura inusitada, en apenas los seis días siguientes a una derrota electoral sin precedentes del PSOE. Saben que ningún taxidermista está capacitado para preservar la fenecida autoridad del optimista antropológico hasta marzo del próximo año. Los restos espirituales de ese liderazgo comienzan a dar olor y la mejor profilaxis para el partido no es otra que ofrecer cuando antes sus cenizas al viento, que es el verdadero señor del planeta.
Esto sucederá en otoño, cuando la naturaleza obliga a los seres vivos a despojarse de todo lo accesorio para resistir el duro invierno, al que tampoco sobrevivirán los zapateristas más débiles. Luego, con la primavera, el PSOE volverá rebrotar y recobrará su antigua lozanía. Son las implacables leyes de la vida.
Mariano Rajoy, sin embargo, debe espabilar de la beatífica contemplación de cómo pelan las barbas de su vecino y poner las suyas en remojo. Reducida Roma a cenizas mientras el emperador leonés tocaba la lira, los pirómanos no se van a quedar ociosos y el techo alcanzado en las pasadas elecciones por el PP no volverá a repetirse en las próximas generales. Mejor será que empiece a poner de su parte en la reconstrucción para no quedar a las puertas de la mayoría absoluta. Eso sería una derrota.