lunes, 14 de mayo de 2012

En el camino

La vida parece que vuelve a su cauce. No estamos tan desorientados, quienes guían nuestros pasos parece que saben mejor dónde está el Norte, pueden leer un mapa y marcar una ruta. Sucede, no obstante, que en ocasiones descubrimos que no acertamos la senda más recta, que nos desvíamos minutos o grados de la ruta. Pero vamos avanzando.
Algunos, sin embargo, no quieren  estar obligados a esta marcha, desean seguir instalados en un paisaje irreal hasta lo fantasmagórico, creyendo que las palabras son sortilegios que, si no cesan, construyen la realidad a pesar de que llueva o truene, de que haya sequía y un sol abrasador. De ellos salen los discursos milenaristas, la premonición del fin de los tiempos, la temible alegría del mal ajeno, los oídos sordos a las palabras sensatas que piden caminar en la templanza para superar los obstáculos del desierto. No contribuyen a hacer el camino, no, sino que desaniman de continuo a los que quieren hacer este esfuerzo para asegurarse que no estarán solos y su muerte tenga el consuelo del final dramático de los vencidos.
Pero peregrinamos. Con los pies arrastando tal vez, pero avanzamos. Y, al final, llegaremos todos. Hasta los que querían dejarse morir por el camino.