miércoles, 28 de abril de 2010

Vaya con los antifascistas

Aunque hoy la prensa, con la reflexión que media en la escritura, pone las cosas en su sitio, las noticias de anoche en Antena 3 reprodujeron las imágenes de la brutal paliza que un joven propinaba a otro en el metro de Madrid. Al primero, lo califican de antifascistas y al segundo, de extremista de derechas. Y, claro, sólo nos queda pensar: "Menos mal que el chico era antifascista ¡y qué gran fichaje se perdió las SS!". Cosas veredes, amigo Sancho.

viernes, 23 de abril de 2010

Fáciles de conformar

Semana dura esta que termina. Ajetreos mil que nos retienen hasta mucho más tarde de lo habitual fuera de casa, del remanso de paz, del reino propio, donde la norma consuetudinaria tiene todavía algún valor.
Pero hoy es viernes y el cansancio se aplaca como una animal albardado que reconoce la proximidad de su alpende. Y recuerdo ahora cómo mi amigo y yo mirábamos ayer a su hermano estibar el velero para salir con el ocaso en dirección al Estrecho. Cinco días de navegación, cinco días sin tierra, cinco días sin mundo... Volver al hombre primigenio, al que vive con la naturaleza.
A veces echo de menos haber sido otra persona, un hombre sencillo; un albañil, por ejemplo. El trabajo duro hasta primeras horas de la tarde, la cerveza con los amigos o el fútbol apasionado y, luego, dormir toda la noche porque el cuerpo lo exige, sin aceptar caprichos del alma.
Pero el descanso ha llegado, por fin. Cocina, lectura, guitarra... y todo quedará atrás. Si nos desvestimos de pecados capitales, ¡qué grata es la vida!, ¡qué fáciles somos de conformar!

viernes, 16 de abril de 2010

El placer de la columna

Mi colaboración dominguera con la edición regional de ABC está siendo para mí una satisfacción, un placer. Esas columnas breves me gusta trabajarlas con denuedo, pulirlas, lustrarlas. Es verdad que no se merece menos una de las cabeceras históricas y de referencia del periodismo español, pero el disfrutar del acto de escribir me hace estar en plenitud.
Lo más difícil siempre es encontrar el tema, pues no quiero que la política se enseñoree de mis artículos. Busco también otras cosas que decir sobre la actividad humana y evitar ese monopolio temático.
Suelo escribirla el lunes y el resto de la semana, dedicándole un ratito, voy perfilando su fondo y su forma hasta que el viernes se la hago llegar al amigo Bernardo Sagastume, redactor jefe del periódico, para su publicación el domingo
El lema que hay detrás de este trabajo lo aprendí de un viejo y buen periodista que una vez me dijo que el éxito del columnista está en la ironía y el sarcamos, las dos armas dialécticas que atrapa a los lectores. Y procuro usarlas.
En estos días he podido comprobar, además, que muchas personas de mi entorno han descubierto estas columnas y las están siguiendo, lo que siempre te alegra, pues se escribe para ser leído. No se habla para las paredes.
Pero la mayor sorpresa me la he llevado el pasado martes cuando, leyendo El Día, me encuentro en su página 15 un artículo que me llama la atención porque su título menciona la espiral del silencio, que fue como encabecé uno de los míos de hace un par de semanas. Lo leo y compruebo que, con más texto, el tal articulista me copia hasta oraciones completas. Esto me ha divertido muchísimo, pues no deja de enorgullecerte que, entre tanto primer espada del columnismo español, haya sido fuente de inspiración de un plagiario. Un honor.

miércoles, 14 de abril de 2010

Paseo matinal

Mi paseo matinal por la avenida de Anaga se va convirtiendo en una rutina que me permite reconocer a los viandantes habituales que van en dirección contraria a la mía. Está el joven alto, con aspecto de funcionario, que va a paso ligero inmerso en los sones que se provee con auriculares; las dos chicas que corren todas las mañanas, la señora de mediana edad y el pelo sin teñir que siempre me inspecciona desde sus ojillos redondos, el señor de la chapela que pasea y charla con la que debe ser su esposa...
También están los indigentes que a esa hora se desperezan en los bancos que hacen sus dormitorios.
En fin, que enseguida te das cuenta que son siempre las mismas personas a las mismas horas, aunque están también los desertores de la ruta, que suelen ser los inconstantes que hacen deporte una semana, pero luego se esfuman sin dejar rastro.
Tal vez la nota más curiosa la pongan los políticos, que, émulos de la moda de los presidentes norteamericanos, se suman al castigo corporal de la carrera, por lo que debe estar contrastado ya que el ejercicio no sólo ayuda a la buena salud, sino también a la recaudación electoral. Debe ser el único momento del día en que se suman a la cotidianidad ciudadana antes de volver a sus torres de marfil.