viernes, 23 de abril de 2010

Fáciles de conformar

Semana dura esta que termina. Ajetreos mil que nos retienen hasta mucho más tarde de lo habitual fuera de casa, del remanso de paz, del reino propio, donde la norma consuetudinaria tiene todavía algún valor.
Pero hoy es viernes y el cansancio se aplaca como una animal albardado que reconoce la proximidad de su alpende. Y recuerdo ahora cómo mi amigo y yo mirábamos ayer a su hermano estibar el velero para salir con el ocaso en dirección al Estrecho. Cinco días de navegación, cinco días sin tierra, cinco días sin mundo... Volver al hombre primigenio, al que vive con la naturaleza.
A veces echo de menos haber sido otra persona, un hombre sencillo; un albañil, por ejemplo. El trabajo duro hasta primeras horas de la tarde, la cerveza con los amigos o el fútbol apasionado y, luego, dormir toda la noche porque el cuerpo lo exige, sin aceptar caprichos del alma.
Pero el descanso ha llegado, por fin. Cocina, lectura, guitarra... y todo quedará atrás. Si nos desvestimos de pecados capitales, ¡qué grata es la vida!, ¡qué fáciles somos de conformar!

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