miércoles, 24 de febrero de 2010

Síntomas

Es un día hermoso que dan ganas de vivir, un día en el que sobreponerse al propio y acendrado escepticismo porque las nubes viajan ligeras por la luz diáfana de la mañana. Lo ves mientras desciendes por la autopista y compruebas la maravilla de esta benignidad. Pero enciendes la radio del coche y empieza el parloteo tertuliano a ensuciarlo todo, no más que conversaciones de café, sin ningún valor, que oyen millones de personas que van contruyendo un credo de medias verdades, mentiras y obviedades lanzadas a los cuatro vientos por los expertos en nada. Y cambias el dial y una de las emisoras abre su antena a la participación de los oyentes y es todo lo mismo: personas henchidas al lanzar sus obviedades y simplezas partidistas a la inmensidad del espacio radioeléctrico.
Pienso si se pueden hacer cestos con estos mimbres, pienso si el cesto podría aguantar el peso de tanta vulgaridad, pienso que nadie va a molestarse en comprobarlo porque estarán en la cháchara, en el parloteo, como un perpetuum mobile capaz de llevar una y otra vez a una sociedad hacia la gloria de la nada.
Mejor apagar la radio y recocijarme en el silencio mientras las blandas nubes en un limpio aire azul llenan mis ojos. El día es la paz que otorga mantener la radio apagada.
Tanta impertinencia debe ser síntoma de la propia decadencia.

lunes, 22 de febrero de 2010

Tierras del puerto bonito

Una semana en tierras de Portugal, Portu Cale, Puerto Bonito. Una tierra hermosa, llena de ríos, de estuarios, de barcazas echadas en el agua como perros al sol. La luz de Oporto por su avenida marítima, la belleza equilibrada de Viana do Castelo, las historias que cuenta el aire de Sintra, el cosmopolitismo de Lisboa, el señorío de Coimbra, el casco medieval de Guimaraes... Tenemos que aprender de Portugal la limpieza urbana y huir como posesos de sus conductores al volante. La televisión es el mismo bodrio de todas partes.
El paisanaje es gente verdaderamente cordial, abierta, dada con el visitante, apasionada con el dichoso fútbol, personas que no tienen nada que ocultar, que no viven cegadas por su cotidianidad ignorante del prójimo.
La patria literaria de Camoes y de Pessoa corre por la algarabía de sus calles, se desparrama entre su urbanismo con esa sonoridad rigurosa y nasal en la que se encuentra constantemente canarismos que terminarán por desaparecer bajo el peso de ese español estándar que imponen los medios audiovisuales. Magua, mojo, margullar, bubango, baña y así miles de términos que pertenecen al patrimonio lingüístico de una islas pobladas por ibéricos de todo punto cardinal que dio la espalda durante años a su hermana atlántica, Madeira, en otro tiempo escala obligada en la ruta hacia la Península.
¿Porqué no hay en Canarias un Instituto Camoes o una sociedad dedicada a los estudios luso-canarios?

miércoles, 3 de febrero de 2010

Temporal

Torrentes que lleva el mar, caldo de tierra en la bahía tras los rayos, la lluvia, el viento. Ahora hay un paisaje desolado, con los barrancos ahítos de escombros, las calles cubiertas de lodo, el asfalto agrietado como una piel enferma. La pendiente de la montaña no tiene compasión con los invasores que pueblan los barrancos, que niegan sus cauces y soliviantan su llanto con los obstáculos de la desconsideración. Llevamos diez años repitiendo la misma noticia, dejando vidas por el camino, ignorando después cada lección. Pero las laderas no tienen más misericordia que las aguas desbocadas, sus gargantas resecas aliviadas por el aluvión. Y el océano hace su difícil digestión, sobrealimentado por el caos.

lunes, 1 de febrero de 2010

Beneficios de la lluvia

Llueve como si fuera la última vez, entre una densa cortina de niebla que sólo deja ver el resplandor de los relámpagos. La gente, en la calle, no puede ni intentar siquiera seguir con su cotidianidad, se refugia en los soportales empapados por los chorros de los paraguas, incapaces hoy de cumplir su misión con eficacia. Se habla de las noticias de la radio, que si la que cae aquí no es nada porque en el Sur se están viniendo abajo muros y los imbornales son incapaces de desalojar el agua que se acumula en calles y aceras, que si en El Hierro se suspendieron las clases, que si el aeropuerto está o no cerrado.
Todos están de acuerdo: lo mejor es quedarse en casa, calentito, viendo llover por la ventana, a buen recaudo. Dos tristes turistas con pantalones cortos no entienden lo que los demás hablan, pero miran asombrados al infinito a cada destello inmenso y la señora se encoge de hombros, asustada, cada vez que el trueno se hace oír, como temiendo que el cielo se nos pueda venir encima. También hay acuerdo sobre otro asunto en la improvisada tertulia: este es el mes de nuestras lluvias y la tierra de labor quedará agradecida.
Cómo hace la tormenta que la gente no se ignore, que conviva hasta que escampe para volver, luego, a ser desconocidos. ¡Cuántos beneficios deja la lluvia!