miércoles, 3 de febrero de 2010

Temporal

Torrentes que lleva el mar, caldo de tierra en la bahía tras los rayos, la lluvia, el viento. Ahora hay un paisaje desolado, con los barrancos ahítos de escombros, las calles cubiertas de lodo, el asfalto agrietado como una piel enferma. La pendiente de la montaña no tiene compasión con los invasores que pueblan los barrancos, que niegan sus cauces y soliviantan su llanto con los obstáculos de la desconsideración. Llevamos diez años repitiendo la misma noticia, dejando vidas por el camino, ignorando después cada lección. Pero las laderas no tienen más misericordia que las aguas desbocadas, sus gargantas resecas aliviadas por el aluvión. Y el océano hace su difícil digestión, sobrealimentado por el caos.

No hay comentarios: