martes, 5 de enero de 2010

El viento

Los días amanecen con la convicción de ser luz a pesar del invierno y a media mañana está la tierra caldeada, ya sin huellas del rocío nocturno. El mar espejea, bonancible, su magnanimidad y corre una leve brisa que desdice la ventisca atroz del último atardecer. Porque la ira del aire es enemigo temible ante el que todo se humilla a su paso so pena de caer derrotado por ese extraño caballero que es su propia adarga y su propia montura. El viento que todo lo vuela, flagelador racheado que rola su azote para castigar los signos de la beatitud imposible; viento, sacramento de la inmisericordia.

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