La jugada maestra, desde mi punto
de vista, es que si, como todo apunta, la investidura de Feijoo no prospera, el
PP ofreciera un pacto a Sánchez por el que una persona de reconocido prestigio
e independencia fuera investido presidente con un consejo de ministros
proporcional a la representación parlamentaria de populares y socialistas y sin
la presencia de ninguno de los dos líderes en favor del interés general. Nada
más necesario y democrático en las circunstancias actuales: el gobierno de una
mayoría aplastante de los españoles. O dicho al modo de los clásicos, un
gobierno de salvación nacional. Lo vimos hace poco en Italia con Mario Draghi
de primer ministro.
Bien que podría contemplarse,
además, un programa de gobierno con reformas legales del sistema electoral para
acabar con la dependencia de los anticonstitucionalistas y asegurar la
gobernabilidad, blindar la independencia del poder judicial y recuperar para el
Estado las competencias en educación.
Esa sería la auténtica prueba del
algodón para conocer las verdaderas intenciones de los sanchistas ante la
fatídica situación política actual. Si verdaderamente están en el juego
perverso de un sectarismo de hierro o les duele España, como dejó dicho
Unamuno.
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