viernes, 12 de marzo de 2010

Soy un capullo

Soy un capullo. Y, como cualquier capullo, estoy en pleno y pausado proceso de metamorfosis. Eso tiene de bueno ser lo que soy.
Oigo voces del exterior, pero todo lo que oigo es incierto y demasiado enrevesado, como una madeja enrrollada en exceso de un hilo delicado, fácil de romper. ¡Y yo que creía que todo era tan sencillo como saber los gastos y los ingresos y de ahí obtener el saldo de las propias cuentas con la vida!
Pero no, la falta de cordura impone eludir el lenguaje limpio y verdadero de los números, refugiarse en la polisemia de las palabras y sus interpretaciones, bucear en el discurso de la ignorancia y la ocultación para que nada estropee nuestras propias calamidades.
Eso es lo que siento. Y, por eso, hoy es un día para el comedimiento, para el silencio, para escuchar la propia alma, para la contemplativa soledad. Esa es la naturaleza del capullo, que al final se romperá para dejar volar una hermosa mariposa que desaparecerá en el infinito.

PD: Que descanse en paz Miguel Delibes, que tantas horas felices nos hizo pasar.

1 comentario:

Sergio dijo...

Todos somos "capullos", con ese valor peyorativo que le hemos dado a la ingenuidad o inocencia, o bien a la solemne estupidez. El problema reside en instalarse en ese estado de inmovilidad, en no aprender de los errores... ¡Dios le da ojos al que no quiere ver! La idea que debe perseguirnos es la de la inquietud, la de la constante interrogación, la de la incertidumbre, a pesar de la angustia que ello genere. De esta forma, el hombre desarrolla las capacidades que le vienen dadas por la naturaleza. No hacerlo es traicionar la propia esencia del ser humano. Un ejemplo de "inmovilidad" es el que domingo a domingo nos aporta la imagen que nos da de sí mismo JJ Armas Marcelo, ofuscado y paranoico -el mismo prefiere serlo, según apunta en su columna de ayer en el abcd- con Juan Cruz y Arturo Maccanti.