miércoles, 10 de marzo de 2010

De aquí y de allá

Comienza ya el buen tiempo en Canarias, mientras en otros lugares de España sufren las consecuencias de no poder resolver los problemas cotidianos porque a sus políticos sólo les interesa discutir el sexo y, sobre todo, la nacionalidad de los ángeles.
Hace un par de días pensaba sobre el mismo problema, pero aplicado a otro cuestión: 8 de Marzo, Día de la Mujer Trabajadora. Las mujeres ganan en España un 26 por ciento menos que los hombres y quieren que se les equipare; ese era el lema. Me parece que hay otras reivindicaciones con las que las mujeres (y los hombres) ganarían más: que se igualen los salarios españoles a la media europea porque si las mujeres ganan un 26 por ciento menos que los hombres en este país, esas mismas mujeres ganan el 50 por ciento menos que sus homologas europeas por el mismo trabajo.
Por estas cosas fuera de la lógica que soy capaz de entender, me rebelo más; ¡esas patrañas de los políticamente correcto! Pero soy incapaz de obviarlas, de decir que me dan igual, no puedo dejar de ocuparme y hasta de preocuparme por ellas.
A veces, confieso, me refugio en las paradojas a que dan lugar la vida pública para buscarle la chispa, lo divertido, a tanta mentira: ¿qué es un pro-Obama español? Un antinorteamericano de los de toda la vida (aunque, desde luego, también habrán pro-obamistas que no cumplan este requisito).
No obstante, tengo motivos de satisfacción más allá de vivir entre tantas contradicciones: ¡he conseguido terminar el material de mi primera novela! El trabajo no está concluido, queda perfilar y pulir ese material, pero he superado el pavor al texto largo, una especie de miedo escénico, un terror a no ser capaz de alcanzar, aunque sólo sea acariciar, una de las grandes ilusiones de mi vida. Aunque quede trabajo.
Aprovecho, por cierto, para dar las gracias a quienes han decidido incrementar la nómina de seguidores de este espacio porque uno se reconforta sabiendo que no está hablando solo.

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