viernes, 25 de diciembre de 2009

Navidad esclarecida

Ha amanecido lentamente, un clarear pausado que desvela la ventana por donde también veo el frontispicio de la casa de enfrente, con la colorida iluminación, ahora inútil, de la Nochebuena extendida por las columnas como una hiedra incandescente.
Las nubes flotan pesadas y parsimoniosas, llevadas por un aire ligero que deshace los últimos vapores negros del frío. Las agitadas melenas de las palmeras americanas son desmentidas por la quietud de los rasos frutales del vecino.
El último recuerdo de la noche fue la misa del Gallo oficiada por el Papa desde el Vaticano. Recogimiento gozoso el de la fe, magnificencia de la voluntad alzada hasta la trascendencia.
Sólo somos voluntad; voluntad de vida, de felicidad, de eternidad. Pero el yo es una sustancia melosa que desgrana el tiempo hasta su definitiva disolución en lo etéreo. Es otra voluntad, la que no es nuestra, contra la que nada podemos.

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