lunes, 28 de junio de 2010

Columna de ayer en ABC

UNA HUELLA EN LA ARENA
A la playa sin mirar atrás

Francisco Estupiñán

El clima no se terminaba de aclarar estos días. Pero el verano empezó oficialmente mientras los chicos del barrio, obedeciendo un impulso primigenio, apilaban maderos para iluminar la noche de San Juan. Las hogueras solsticiales se prendieron con los más jóvenes de vacaciones escolares y los adultos haciendo planes para atestar nuestras costas de cuerpos que se tornarán broncíneos sin atender las reconvenciones de los dermatólogos. El mar, la cerveza y la siesta constituyen el arsenal con el que dar la batalla a la canícula, según costumbre añeja y querida. ¡Qué lejana aquella época en que las pieles curtidas eran cosa de plebeyos!
Las buenas gentes no dejarán que ninguna crisis les amargue el solaz estival, aunque sea austero. Y hacen bien, pues los discursos políticos son soportables, hasta entretenidos, durante los meses hábiles, pero durante el veraneo sólo quedan de guardia los dioses menores en las sedes de los partidos. Los líderes también estarán pronto de holganza recesiva y los paparazzi revolotearán por sus aledaños como avispas de culo blanco en acopio del sustento invernal.
Son meses de regocijo acendrados en la idiosincrasia colectiva después de un largo proceso de decantación que empezó con el éxodo rural y que, lentamente, se ha ensolerado al cobijo de las nobles maderas del bienestar. Nos lo tenemos ganado. Y nos importará lo que un guisante en la paella una hipotética renovación del Gobierno, y se celebrarán los chistes de la ministra Aído en los chiringuitos; todo con una jovialidad tan perecedera como las hojas muertas del próximo otoño, cuando tengamos que huir del fuego cruzado al que nos someterán José Blanco y Leire Pajín, acribillándonos sin compasión con los perdigones de la militancia pura y dura desde todos los balcones catódicos. Las vacaciones son ahora y el futuro inmediato sólo promete más de lo mismo.
La única tarea de importancia que nos resta antes de huir de las urbes es aquilatar la autoestima nacional. La medida la obtendremos en los campos de fútbol de la lejana Sudáfrica, pues sabemos de viejo que el orgullo patrio se hilvana o deshilvana en las páginas de los diarios deportivos y no en el Boletín Oficial del Estado, que ha quedado en un terrorífico folletón al mejor estilo de Stephen King. Vicente del Bosque, seamos sinceros, nos da más confianza con su parquedad castellana que los debates bipolares del Tribunal Constitucional.
Así que preparemos las maletas y partamos hacia la playa sin mirar atrás, que ya volveremos a la rutina diaria para leer en la prensa, como todos los años, sobre la depresión postvacacional.

2 comentarios:

Fer dijo...

En la edición de hoy de "El Mundo" Kenneth Rogoff, profesor de Economía en Harvard y ex-economista jefe del FMI, nos recuerda que ha habido muchas otras crisis y que la que estamos sufriendo no tiene nada de especial. Leído esto, lo mejor que podemos hacer es irnos de vacaciones y sin amargarnos más de la cuenta. ¡Todo pasa!

Francisco Estupiñán Bethencourt dijo...

y todo queda pero lo nuestro es pasar