martes, 3 de octubre de 2023

Normalidad acorralada

 Afirma Donatella di Cesare en su El complot en el poder: "La competencia entre víctimas, la rivalidad por la primacía en el sufrimiento, ya casi es un espectáculo cotidiano". La lucha por tener presencia en los medios de comunicación entre colectivos animalistas, homosexuales, feministas, inmigrantes, minorías y organizaciones no gubernamentales en general es un hecho cierto. Mientras, las instituciones estatales están encantadas de hacer dejación de sus funciones, renunciando a no pocas de ellas en favor de las ONGs, cuando no de practicar un buenismo que nada resuelve como respuesta a esa competencia normalizada socialmente. En este segundo caso, el resultado es que el boletín oficial español, por citar el caso que conozco, se publica cada día con una extensión casi bíblica, lo que crea un muro jurídico insalvable que acorrala la normalidad. Ejemplo evidente: la ya en vigor ley de protección animal, que beneficia más a las aseguradoras que a los perros.

Agrega, además, Di Cesare: "el Estado, al tiempo que promete una protección que no puede mantener, deja que prendan los focos de aprensión que facilitan el gobierno de una comunidad pasiva y replegada en sí misma". Ya hemos comentado anteriormente la incapacidad de muchos Estados en la lucha contra el crimen, pero hoy leo en un un diario otra muestra palmaria: el sindicato de la policía autonómica de Cataluña advierte a sus responsables políticos de que se toman medidas serias o la seguridad ciudadana será imposible allí. Tal vez es que, como andan las cosas por aquellos lares,  prefieren una convivencia social marcada por la inseguridad y el recelo al servicio de sus fines espurios.

¿Qué produce todo esto, según nuestra autora?: "el individuo pobre (pero también el desprovisto) (...) acaba ahuyentando sociedades secretas y agentes secretos en lugar de enfrentarse a los verdaderos opresores". El poder, en fin, prefiere la conspiranoia a la verdad.




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