viernes, 29 de junio de 2012

A vueltas con el fútbol

Un brillante compañero de profesión ha descargado en su columna toda su ira después de dos semanas de omnipresencia y omnipotencia del fútbol. Lo comprendo, aunque me pareció excesivo. No obstante, consiguió lo que cualquier columnista pretende: me ha hecho reflexionar más sobre el gran poder y fascinación que el deporte ejerce sobre el público.
Desde luego, hay muchos aficionados a muchos espectáculos, pues de eso hablamos y no de la práctica deportiva. A mi me gusta el jazz y cuando voy a un concierto siempre corro el riesgo de que el resultado final me guste más o menos. Lo mismo sucede con el teatro, con un libro, con una película... y no tengo una preferencia militante a la hora de formar mi criterio porque el autor sea mi compatriota o mi paisano. Tal vez lo enjuicie más benévolamente, con más cariño, y me procure indudable satisfacción su éxito. Pero sin llegar, en ningún caso, a una adhesión pasional e incondicional. De la misma manera sigo un partido de la selección española, procuro disfrutar del placer del espectáculo sin alcanzar la euforia o la depresión, mucho menos la violencia (pero debo reconocer que nunca he sido muy futbolero), bien acompañado y con un gintonic.
Y eso es lo que hace distinto el comportamiento de los apasionados del fútbol (o de cualquier otro deporte), que se exaltan, sufren, se abaten sin solución de continuidad. Ayer mismo observaba asombrado las lágrimas en los ojos de las aficionadas germanas cuando su selección encajó el segundo gol italiano. Ya lo dice un anuncio, el fútbol es un sentimiento para algunos, no un espectáculo ni un divertimento. La cuestión es desentrañar qué es lo que hace que alcancen el paroxismo y hasta la alienación con estos espectáculos o les entre un patriotismo que no tienen para causas mucho más justificadas. ¿Tendrá alguien la respuesta definitiva?

P.D.: Todos los machistas envidiosos no paran de meterse con la pobre Sara Carbonero por sus comentarios superficiales (ni más ni menos que cualquiera de sus compañeros) o algún lapsus.  Pero a mi me irrita más, por ejemplo, Juanma Castaño con su cobarde "tengo miedo, tengo miedo..." y nadie se mete con él. Debe ser el precio de la fama.

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