martes, 7 de diciembre de 2010

Wikileaks:artículo de esta semana

UNA HUELLA EN LA ARENA
Wikileaks

La gigantesca filtración promovida por Julian Assange nunca hubiera ocurrido en China o Irán. Y ese es nuestro privilegio.

Francisco Estupiñán

Wikileaks está en el centro de atención por la cantidad ingente de documentos confidenciales del Departamento de Estado de EEUU que colgó en la red y están siendo publicados por importantes diarios de diversos países. Pero no parece que a nadie con los pies en el suelo pueda sorprender lo que hasta ahora se ha hecho público. ¿O es que a todo el mundo se le ha escapado que Putin no es más que un mero continuador de la atávica autocracia rusa?, ¿o que Berlusconi tira mucho hacia lo impresentable? ¿Y que Gadafi está loco de atar? ¿Y que el Gobierno español suele decir una cosa y hacer otra?
Los ciudadanos mejor informados saben perfectamente que se les ocultan muchísimos datos sustanciales para componer el rompecabezas de la realidad. No se acaban de caer del guindo. Como saben también que los grandes sostenes de un Estado son sus servicios de información y su diplomacia, las dos caras de la misma moneda. Pero hasta las revelaciones más graves publicadas por Wikileaks, como que Pakistán practica un doble juego con el terrorismo internacional, las deduce perfectamente cualquier lector de prensa diaria.
Las sospechas sobre esta inmensa filtración de información confidencial recaen, al parecer, sobre un militar estadounidense. Lo que, a la postre, demostrará por enésima vez que todos padecemos algún pecado capital, sea avaricia, ira... Tampoco aprendemos nada nuevo a este respecto.
Entonces, ¿cuál es el escándalo? Sobre todo, la evidencia de que la confidencialidad de ciertos procedimientos en países democráticos es totalmente vulnerable en la era de la globalización. Esa es la gran quiebra, aunque algunos quieran insistir en presentar como insólitos métodos habituales de trabajo de las embajadas de todos los países desde que existen los Estados.
El secreto parece cada vez más cosa de otros tiempos, pues las herramientas a disposición del común para dejar constancia de lo que sucede a su alcance son hoy casi infinitas con las webcam y los teléfonos celulares con cámaras y grabadoras de voz que sirven lo mismo para denunciar los abusos en Afganistán que para violar el honor y la intimidad de cualquier transeúnte. Y la capacidad para almacenar esa información es gigantesca con todos los soportes informáticos existentes. Antes, hubiera sido más complicado pasar desapercibido intentando birlar cientos de miles de folios.
Así las cosas, las sociedades abiertas viven hoy en la dicotomía entre seguridad y transparencia y esta última puede convertirse, en un descuido, en la quinta columna que nos deje inermes frente al autoritarismo. La gigantesca filtración promovida por Julian Assange nunca hubiera ocurrido en China o Irán. Y ese es nuestro privilegio.

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