miércoles, 16 de septiembre de 2009

A vueltas con convertir a Portugal en comunidad autónoma

Ya me ocupé del asunto de la denominada "unidad ibérica" en una anterior entrada, titulada Insultos, o así son ellos el pasado 17 de agosto. Pero hoy Manuel Cebrián Abellán firma un artículo en la página 21 de El Mundo que, bajo el titular de Una sola península, un solo Estado vuelve a la carga sobre el asunto con la misma base argumental de la dichosa encuesta realizada por la Universidad de Salamanca, que es una conspiración en toda regla.

Este señor explica los resquemores históricos que tiene Portugal respecto de España, que dicen que no han podido superar ni el Tratado de Amistad y Cooperación ni la pertenencia de ambos estados a la UE, lo que demuestra que Europa está para lo que está y no para las utopías que algunos sueñan.

Pero el autor insiste en que la tal unión ibérica nos beneficia a todos "a resolver el modelo territorial existente" con "la conformación de un Estado federal en Iberia" que "vendría a colmar las aspiraciones de los nacionalismos periféricos". Y agrega: "Este reto, que a ambos Estados corresponde resolver, bien puede ser la nueva ilusión".

Se lee y no se cree. El señor Cebrián no se ha enterado que los portugeses sólo aceptaron la descentralización administrativa de Azores y Madeira, pero rechazaron lo mismo en el territorio continental. Pero eso no importa; él quiere que, aún así, Portugal se sacrifique y asuma como obligación propia que España resuelva el lío en que nos han metido nuestros ineptos políticos con un Estado de las Autonomías sujeto al continuo chantaje de ciertos pueblerinos, especialmente de origen vasco o catalán, que tienen al conjunto de la sociedad española hasta las narices. Porque ya sabemos todos que a nuestro selecto club de la progresía se le ha metido en las gónadas que debemos ser un Estado confederal, queramos o no la mayoría de ciudadanos.

Y lo deja claro el buen hombre: con un poco de paciencia, llegará el momento en que ese exiguo tercio de portugueses y españoles que dicen sí a la unidad ibérica, a base del continuo machacheo en los medios propalando la idea y descalificando al contrario (como hacía Martín Pallín diciendo que los que estuvieran en contra son los de la España cañí de charanga y pandereta), impondrán su criterio a los otros dos tercios de la sociedad porque para ellos la solución está siempre en la agitpro.

Pues bien, lo que servidor no entiende es qué gana Portugal con todo eso, ¿la unidad, la fraternidad, la gran puñeta y el diablo en bicicleta? Porque ya me dirán ustedes que si cada vez a más españoles les cuesta aceptar la pesadez catalanista, para qué se van los lusos a sumar voluntariamente a la tortura de aguantar a esos incordios. Ni que fueran bobos.

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