jueves, 29 de marzo de 2012

Parábola del 29-M

Su trabajo consistía en vigilar el Gran Abismo e impedir que los más desafortunados se arrojaran por él ante la desesperación de las malas cosechas habidas en los últimos años. La hambruna asolaba el país y muchos no soportaban el dolor de ver sus vidas y sus sueños arruinados.
Él, sin embargo, estaba contento con su trabajo, era bastante cómodo antes de la sequía, pero las autoinmolaciones habían aumentado bastante desde que se consumieron las gavillas de trigo almacenadas en el depósito comunal. Por eso, la Autoridad Popular le había exigido que racionara su propio consumo con el propósito de que lo que restaba de alimentos alcanzara para todos y que se afanara en impedir más sacrificios humanos por desesperación.
"Desde luego, pensó, estas órdenes rebosan ya el vaso. No soy ningun burro de carga. No me presentaré en el trabajo mañana, pase lo que pase".
Pero, al final del siguiente día, continuó la falta de alimentos y tampoco llovió. La única novedad fue que, al estar sin vigilancia el abismo, aumentaron el número de las personas que se sacrificaron.

2 comentarios:

Sergio dijo...

Mi anciano padre utilizaba la estadística para negar la conveniencia de una huelga general. Decía, porque lo había oído en la radio y en la televisión, que más del 70% de los españoles estaban en contra de la huelga. Yo, por mi ignorancia natural, no entendía este argumento y le contesté que esa falacia no debía de ser un impedimento para poner una mordaza al casi 30% que secundaba la huelga. Sobre la conveniencia o no, yo no valoraba: en una crisis económica, unos cuantos euros de más o de menos apenas se iban a notar. Pero negar un derecho constitucional descalificando al adversario, sean estos sindicatos o partidos de ¿izquierda?, apelar a la estadística para conculcar un derecho... me parecía negar el último recurso que nos queda a los impotentes ciudadanos: el pataleo (aunque si bien es cierto, hasta para patalear empezamos a tener problemas: algunas actuaciones políticas y policiales recuerdan..., para los que tenemos memoria y hemos leído).
Saludos, Paco.

Francisco Estupiñán Bethencourt dijo...

Desde luego, el derecho constitucional a la huelga no puede ser impedido. Pero tampoco, el derecho a la libre circulación y al trabajo. La coerción de los piquetes es una práctica decimonónica que hoy no debería permitirse.