jueves, 18 de agosto de 2011

A imagen y semejanza

Los seres humanos queremos una vida a nuestra imagen y semejanza, seguramente por mera incapacidad para entrever, para imaginar, magnitudes ajenas a nosotros. Creemos en un Dios antropomorfo o queremos un mundo hecho a nuestra medida, aunque ello sea a la fuerza. No importa ser creyente o ateo, lo que prueba que esa es una de las debilidades de la condición humana.
Una muestra más de ello fue lo ocurrido en la madrileña Puerta del Sol anoche. Unos individuos, a priori en su perfecto derecho de creer y practicar la laicidad o de tener convicciones morales propias, acosaron a los jóvenes católicos que están en estos días en la capital de España convocado por las Jornadas Mundiales de la Juventud. ¿Porqué no se respeta el derecho de estos peregrinos a mostrar su fe?, ¿porqué acosarlos en razón de tu izquierdismo o tu homosexualidad?, ¿porqué se convierte la cotidianidad en un continuo ejercicio de intransigencia?
Celebramos estos días el 75 aniversario del asesinato de Federico García Lorca. Este suceso nos debe recordar que la intolerancia nos privó de una de las más altas voces de la literatura hispánica. Pero su grandeza artística le aseguró un lugar en la memoria colectiva, en la eternidad. Por el contrario, ¿cuántos otros han visto extinguirse sus vidas sin tener un lugar en el corazón de nadie? Es lo que sucede en Libia, donde al parecer un ideal democrático, teñido con abundante petróleo, está causando decenas de miles de muertos. Ningún padre puede aceptar la muerte de su hijo por un concepto, por lo que la posible democracia lo será del resentimiento. Más aún, por un concepto estrictamente occidental que, además, está en entredicho por su incapacidad para dar respuesta a una crisis económica y de valores que empieza a sembrar la zozobra por todas las grandes capitales del mundo, como revelan los fallecidos violentamente en Inglaterra a manos de saqueadores.
¿Porqué no somos capaces de aceptar que cada individuo solo es, solo puede ser, la medida de sí mismo? La continua violencia es nuestra imagen y semejanza.




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