lunes, 24 de enero de 2011

Únicamente un pensamiento: artículo de esta semana en ABC

UNA HUELLA EN LA ARENA
Únicamente un pensamiento

Se ha hecho uso del eufemismo para esconder este fanatismo siniestro (usado el término en sus dos principales acepciones)

Francisco Estupiñán

La agresión sufrida por el consejero murciano Pedro Alberto Cruz ha generado una enconada polémica durante toda la semana. El PP ha mostrado su indignación por el ataque a su cargo público y el PSOE lo ha acusado de pretender sacar ventaja del desgraciado hecho.
Pero hagamos honor a la verdad: Tal conducta de sectores de la izquierda española ha tenido sus antecedentes en el ámbito sindical, donde se ha recurrido impunemente a la coacción y al daño a la propiedad ajena en todas y cada una de las huelgas generales que se han convocado en España. Entró, luego, en el ámbito estricto de la política cuando se instrumentalizó el naufragio del Prestige para asediar en la calle al gobierno de Aznar.
Posteriormente, el empeño de aislar a la derecha se sustanció en el Pacto del Tinell que pretendía el poco democrático objetivo de impedir la alternancia en el gobierno. Este hecho alertó definitivamente a los ultraizquierdistas y ultranacionalista de dónde podían encontrar refugio, aunque el pecado socialista sólo fuera por negligencia.
Estas actitudes sectarias hacen hoy imposible que alguien que no se signifique en la izquierda pueda dar una conferencia en una universidad pública y una huelga legal se convierte sistemáticamente en una batalla campal en el centro de Barcelona. Los extremistas se encargan de que el espacio público sea de su uso exclusivo, como comprobó en sus carnes el maestro Hermann Tertsch.
En el caso de Murcia, las catapultas han sido unas absolutamente hipócritas protestas sindicales (pues los convocantes acosan allí a un gobierno regional por hacer lo que le obliga el Estado), que constituyeron el blocao donde se agazaparon los energúmenos agresores de Cruz.
Para mayor oprobio, se ha hecho uso desde siempre del eufemismo para esconder este fanatismo siniestro (usado el término en sus dos principales acepciones) con etiquetas como antisistemas, antiglobalizadores, okupas y otras de similar y aparente romanticismo rebelde, mientras para la derecha no hay distingos y es simple y llanamente fascista. Esta presión general sobre todo lo que no sea de izquierdas y, en particular, sobre uno de los dos principales partidos políticos del país no es admisible en un Estado de Derecho y, desde luego, el ataque físico o moral a personas por razones ideológicas debe ser perseguido como lo que es, una vulneración de los derechos fundamentales.
No se puede seguir tolerando, por acción u omisión, que un sector minoritario y exaltado de la sociedad, que acusa a quienes no comparten sus opiniones de reaccionarios que quieren imponer el pensamiento único, sean unos totalitarios que mantengan secuestrada a una sociedad en su pensamiento únicamente.

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