lunes, 13 de septiembre de 2010

Cambio climático: columna de ayer en ABC

UNA HUELLA EN LA ARENA
Cambio climático

El pronóstico general es que Zapatero se diluirá como los casquetes polares

Francisco Estupiñán

No, el clima en los próximos meses no será otoñal a consecuencia del grave cambio climático. Será electoral, tiempo con vientos racheados que soplan de todas direcciones, aunque con una clara tendencia a rolar hacia la derecha. Pero será un temporal más calmado que en estaciones precedentes. Ni sus tronidos resonarán tanto al no hacer eco en una fuerte financiación ni sus promesas de buenas cosechas futuras se repetirán, tal y como ha ido este año reseco en el que no se ha visto una nube henchida de fertilizantes datos macroeconómicos. Todo consistirá en que el pedrisco, con cara de inocentón, dirá que ha hecho lo único que se podía hacer, mientras el pantano barométrico de Rajoy advertirá que no habrá vendimia este año porque cayó el pedrisco. El benévolo anticiclón de las Azores no podrá hacer nada esta vez.
Quien empieza la temporada de huracanes es Montilla, al que le va a llover sobre mojado después de un juego rocambolesco llamado Pacto del Tinell, resultado de similar y tempestuoso acuerdo con ERC que el pergeñado por sus ancestros en 1934. Y con iguales intenciones de perpetuar al partido en la estratosfera del poder. Por segunda vez, sin embargo, a esta alianza subrepticia la barrerá la tramontana a pesar del cordón sanitario, más inútil, a la postre, que la alarma por la gripe A.
Más bonancible será el clima por Madrid, donde Aguirre seguirá siendo la cólera de los dioses trinitarios y Gallardón dejará a la furia roja de Lissavetzky en el banquillo de los éxitos ajenos. Por su parte, es probable que Valencia reciba la peor de las gotas frías en la Generalitat, que podría desbordarse hasta Murcia, por la corrupción sin plan de emergencias.
De resto, el tiempo se mantendrá estacionario en el Cantábrico, las dos Castillas, Extremadura y Andalucía, donde no tienen manera de jubilar a Javier Arenas, más impertérrito bajo la nada que una estación meteorológica de hormigón armado.
Después, llegará la tormenta perfecta, terroristas vascos mediante. El pronóstico general es que Zapatero se diluirá como los casquetes polares al final de la estación de las urnas, pero queda por saber si, tras los comicios municipales, el entorno etarra podrá disfrutar otra vez del chirimiri del dinero público por cuenta del hombre del tiempo. Del tiempo que le queda en la Moncloa después de demostrar que lo mismo califica un atentado brutal en Barajas de accidente que se pone duro con los de la boina, como ha hecho esta semana. Es un frente borrascoso impredecible que tiene a España aterida.
De este tiempo tan inclemente, según el mapa de isobaras políticas, se librará Canarias que, con algún chubasco localizado sobre la orografía del PSOE, continuará con su templado clima hasta prolongar, tras las elecciones autonómicas, aquel verano de 1995 que todavía no ha terminado.

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