miércoles, 7 de mayo de 2008

La geoestrategia, estúpido

La caída del comunismo trajo consigo una redefinición geoestratégica del planeta. No podía ser de otra forma. Liquidado el principal enemigo de las democracias liberales (cuya extensión supone la desaparición de las autocracias), ocuparon su lugar los totalitarismos secundones hasta entonces: el mundo islámico (con dos polos: Siria e Irán, con pretensiones de potencias regionales) y China.
La segunda sabe que no hay quien le tosa en la cara por extensión y población. Con una trabajada tradición de robo de tecnología, ha enseñado a Corea del Norte a producir el arma nuclear para evitar tener frontera con un capitalismo fuerte como el de Corea del Sur. También ha ayudado en esta labor a Irán, con deseos de ser la gran potencia del Islam, a cambio de un trato preferente en suministro de petróleo y para alterar la correlación de fuerzas en unas aguas de infinito valor estratégico como el Golfo Pérsico.
A Siria, en cambio, le ha tocado un papel menor, a pesar de sus pretensiones de ser el gran bastión árabe contra Israel, una democracia liberal en pleno corazón del Islam.
Precisamente, las pretensiones sirias e iraníes han llevado a Estados Unidos a intervenir en la zona pretendiendo que Afganistán e Irak fueran las fortalezas orientales de Occidente frente a estos dos países. Pero el tiro le ha salido por la culata.
Rusia, por su parte, sigue siendo Rusia. A pesar de estar completamente arruinada y de que muchos de los países limítrofes le den la espalda, resentidos por tantos años, si no siglos, de sojuzgamiento, continúa siendo una autocracia dirigida por el antiguo KGB que se parapeta en su extensión y población, igual que China.
Por su parte, Estados Unidos seguirá como primera potencia mientras conserve la primacia militar y, cómo no, el control del mar. Mientras, la aliadaUnión Europea hace lo que puede en su eterna política de nadar y guardar la ropa, desdicha en ocasiones sólo por el orgullo francés o la alianza incondicional de Gran Bretaña con los estadounidenses. La España de Aznar quiso sumarse a esta alianza, pero la sociedad española la rechazó: prefiere una política exterior común con Europa que nunca llega
África y América Central y del Sur no significarán nada por sí mismas mientras la principal fuerza que rija su destino sea la corrupción y la delincuencia. Con África juegan todos ahora mismo para ver qué tajada sacan en forma de petróleo y otras materias primas. El lema de actuación es pedorro el último. La América Latina ha dado a luz una nueva generación de ladrones populistas que la hundirá más en la ruina económica y social que padece.
Esta es, muy muy someramente, la fotofija del mundo en el inicio del siglo XXI, según mi parecer. En una próxima entrada, ubicaré a España en este rompecabezas, también según mi modesto entender.

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