jueves, 8 de mayo de 2008

La geoestrategia, estúpido 2

La posición de España en el mapa dibujado en la anterior entrada tiene varias y complejas vertientes. De una parte, está la tradicional política exterior dirigida a Iberoamérica y al mundo árabe (la de toda la vida), con especial atención al Magreb por razones de proximidad. Por otra, la vinculación con las políticas acordadas en foros como la ONU, la UE o la OTAN, que son mucho más recientes, tras la consolidación de la democracia.
En lo que respecta a la política dirigida al mundo árabe, el problema siempre está centrado en la tensión-distensión que impone Marruecos en estas relaciones y en el gas natural que importamos de Argelia.
Respecto a Iberoamérica, desde que las relaciones sobrepasan el marco folclórico de la Madre Patria y demás y se convierten en relaciones económicas y comerciales, lo que impera es la inseguridad jurídica que dimana de la explosiva mezcla de corrupción y populismo que domina el continente entero y que, periódicamente, pone en jaque a las empresas españolas allí establecidas.
Finalmente, el resto de la política exterior está supeditada a los foros internacionales citados más arriba. Eso sí, siempre evitando, no ya unilateralismos, sino liderazgos políticos al modo de Francia, Alemania o Gran Bretaña, salvo la excepción fallida de Aznar en su alianza con Estados Unidos, país al que luego Zapatero ofendió públicamene para autocomplacerse y complacer a la parroquia ideológica al modo de David con Goliat. En cualquier caso, un papel internacional que no está a la altura de la potencia económica mundial que es España y que da bandazos importantes, según el color del Gobierno de turno (para más información sobre estos bandazos, consultar a Fidel Castro).
Personalmente, creo que este papel internacional difuso, poco consistente, tiene que ver con atávicas cuestiones ideológicas de unos dirigentes nacionales que desprecian las políticas económicas estructurales y las de seguridad y defensa. Sólo atienden de grado el intervencionismo en la vida de los ciudadanos, que es lo que da clientes: si se beneficia o no a la Iglesia Católica, si nos gusta más o menos el catalanismo, si hay dinero para viajes de jubilados, si los jornaleros andaluces seguirán votando a quién paga las peonadas... El déficit de nuestra balanza comercial es baladí al lado de estas cuestiones tan principales.
En fin, la política exterior española es como nuestro fútbol internacional: la gran Armada Invencible siempre vuelve ninguneada, aunque el contrincante sea un equipo pirata de somalíes.

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