martes, 7 de agosto de 2012

Del mundo extinto

Serán una nota nostágica las líneas que sigan, un retrato de otro tiempo antes de irme unos días de vacaciones.
El mundo en el que crecí ya no existe. Aquel en que los chicos nos criábamos en la calle y desde pequeños sabíamos de la amistad o la competencia y, algunas veces, habían abrazos y otras, puñetazos y así ibas aprendiendo a manejarte en la vida. Aquel mundo en el que ningún joven se atrevía a faltarle al respeto a una persona mayor, menos aún a sus padres, y si alguno tenía la ocurrencia de pronunciar una blasfemia, más le valía que no se oyera o te atenías a las consecuencias.
Era un mundo de trabajo, en el que todavía se hacía media jornada el sábado y era al mediodía, cuando empezaba el regreso a casa, que se pagaba el salario semanal. Sólo los niños estábamos ociosos porque éramos los únicos que distrubábamos de lo que entonces se llamaba semana inglesa.
Estaban también los polvos solubles que se convertían en leche y nadie tenía idea de qué era un yogur. Yo me acuerdo con claridad del día que probé uno por primera vez. Era de fresa. La carne era para el domingo, después de venir de misa y antes de ir al cine a las tres de la tarde porque las películas no se podían piratear como tampoco la música.
No había día más triste en todo el año que el Viernes Santo, pues ni siquiera la radio emitía algo más que el Sermón de las Siete Palabras y música sinfónica dramática. Pero eran sólo veinticuatro horas y empezaban a pasar muy rápido a medida que ibas creciendo.
Eran los tiempos en que tus mayores te decían que tenías que estudiar para hacerte un hombre de provecho e ibas comprendiendo que  sí, que era tu única oportunidad, y cuando te matriculabas en la universidad te convertías en el orgullo de tu padre y sentías cómo todos los mayores a los que respetabas en tu infancia te empezaban a respetar a ti.
Aquel mundo ya no existe, no, y me empieza a suceder, como así les ha ocurrido a todas las personas antes que a mi, que las formas de vida han cambiado exponencialmente, que acontecen muchas cosas que ni entiendo ni quiero entender. Seguramente es que sigo siendo un niño de otra época. O que en breve cumplo años.



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