lunes, 5 de julio de 2010

Columna de ayer en ABC (o parecida)

UNA HUELLA EN LA ARENA

Nostalgia de palabras

¿Cuántos de nuestros jóvenes saben que arroba es una tradicional unidad de peso?

Francisco Estupiñán

Manosear las palabras, disfrutar de ellas, sumergirnos en sus connotaciones, en sus emociones, es una forma de placer para muchos. Y también de añoranza, pues tantas han sido las transformaciones del mundo en los últimos cincuenta años que el lenguaje se ha visto, por igual, trocado profundamente.
En mi caso, criado en la ciudad, pero con un pie siempre puesto en el campo, he vivido la extinción de términos que echo de menos tanto como a las propias personas que los pronunciaban. Disfrutar del vuelo de las libélulas mientras guindaba agua del pozo, ver trasponer a mi vecino majada arriba o huir sigilosamente cuando los parientes nos regalaban beletén. Guindar, trasponer, beletén son términos ajenos al habla actual.
Pero tengo por fortuna haber vivido esa transición en la que crecimos entre leche en polvo y de vaca, caliente, ordeñada directamente en una escudilla con gofio. Y rememorar la novedosa emoción de comer el primer yogur; el mío era de fresa. Y ya no me hiere el orgullo recordar cuando mi madre me reprendía con una frase arcaizante: “¡Habrase visto chiquillo babieca!”.
Personas de más edad podrían testimoniar mejor el gran cambio sufrido por nuestro idioma, como el insigne lingüística que, de sus vivencias infantiles de la guerra, le quedaba la repugnancia por la humilde lenteja. En su mente se grabó como sinónimo de gorgojo.
Hoy la lengua es otra. Para muchos una desconocida, una criatura difícil de identificar, pues todo el planeta la conoce por español menos los españoles, que nos empecinamos en llamarla, impropiamente, castellano. Y está fuertemente marcada por la influencia de los medios de comunicación y la abundancia de extranjerismos que evidencian nuestra escasa intervención en el desarrollo tecnológico contemporáneo. ¿Cuántos de nuestros jóvenes saben que arroba es una tradicional unidad de peso? Sólo es un raro signo de la nomenclatura informática.
Lo peor, tal vez, sea el reduccionismo, la pobreza de léxico y la falta de compresión lectora, una de las continuas alarmas encendidas de nuestro sistema educativo. Consecuencia patente es cómo la actividad política se ha constreñido en los titulares de prensa a un solo verbo: apostar. Todos los políticos apuestan como tahúres del Misisipi. Y son, sin embargo, las columnas de opinión las que se llevan al aula para los comentarios de texto. Los profesores ven a sus discípulos incapaces de enfrentarse a los versos diáfanos de Antonio Machado y se conforman con que puedan acceder con algún criterio a los periódicos.
Pero, en fin, quizá todo cambie más aprisa que yo y por eso esta nostalgia por las palabras.

No hay comentarios: