miércoles, 17 de diciembre de 2008

Lenguaje y alienación

Para alguien formado en la filología hispánica, es una dicha personal cosas tan simbólicas como conocer el entorno de un gran genio de nuestras letras. Recientemente, visité la casa natal de Cervantes en Alcalá de Henares, después de haber pasado cientos de veces por el barrio de las Letras, en Madrid, frente al inmueble donde falleció. Es como si te encontraras con él por un instante para comprenderlo mejor.
Idéntica emoción experimenté, hace algunos años, en el Museo Británico, cuando prácticamente me di de bruces con la Piedra Roseta, la máquina desencriptadora más útil de todos los tiempos.
Ese vigor mágico de la palabra, que nació hace cientos de miles de años alrededor del fuego, haciendo del hombre un ser social, se encuentra, según mi opinión, en un proceso de trivialización asociado al uso que de ella hacen los medios de comunicación y la política, dos actividades que se retroalimentan.
Ese empobrecimiento del lenguaje en los medios, que reduce practicamente toda acción al verbo "apostar" (el Gobierno apuesta por..., los empresarios hacen una apuesta para...), por citar un caso, me parece tan pernicioso que considero que si, efectivamente, pensamos con palabras, la consecuencia de esa simplificación de la lengua se traduce necesariamente en una simplificación del propio pensamiento.
Y si esto es así, los medios de comunicación contribuyen más a la alienación que a la libertad con ese pobre uso de la lengua.

Encuestas

Por cierto, con motivo del reciente aniversario de nuestra Constitución, la televisión pública se hacía eco de una encuesta, me parece que del CIS, que decía que más del sesenta por ciento de los españoles dicen no conocer el texto constitucional, pero más de un cincuenta por ciento considera que hay que reformarlo. Cosas veredes, amigo Sancho.

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